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¿Se puede reducir la mortalidad empresarial?

Resulta evidente que la salud de la economía española no atraviesa por un buen momento y, por desgracia, las cifras hablan por sí solas. En este sentido, y más allá de los grandes datos macroeconómicos como el desempleo, el PIB nacional o el nivel de endeudamiento del país, que se utilizan habitualmente como indicadores, la tasa de mortalidad empresarial es un dato concluyente. Según el estudio ‘Emprender en momentos de crisis: riesgo y factores de éxito’ elaborado por la consultora AFI para el Instituto de Ciencias del Seguro de Fundación Mapfre, la tasa de supervivencia de proyectos empresariales durante su primer año de vida ha caído al 70%, siendo del 84% antes de la crisis.

Por otra parte, el informe económico que realizó ESADE, en mayo del año pasado, arroja una conclusión contundente al respecto: salvo algunas excepciones, las empresas con mayor número de trabajadores registran tasas más altas de supervivencia. Ciertamente muchas PYMES centran sus esfuerzos y sus recursos en las actividades de índole productiva y descuidan otros aspectos claves de la empresa. Por lo tanto, el problema no reside tanto en el tamaño sino en la falta de profesionalización de la gestión y en la inconsistencia del planteamiento empresarial.

Dadas las dificultades para acceder al crédito y la necesidad de flexibilizar la estructura para ser competitivos, se trata de ser creativos a la hora de crecer. Reforzar la dimensión de la empresa no siempre supone asumir mayores costes fijos laborales. Es posible que no sea rentable disponer de personal propio para todas las áreas de la empresa, en este caso, se deben buscar apoyos externos que suplan nuestras carencias.

La alta mortalidad empresarial no debe desanimarnos a emprender, únicamente es una alarma que nos avisa, en primer lugar, de que hay que madurar la idea de negocio y conocer el mercado antes de arrancar cualquier proyecto y, en segundo lugar, que no debemos descuidar las áreas de gestión clave de la empresa bajo el pretexto de ser pequeños y no disponer de personal propio. Se puede ser pequeño pero fuerte buscando refuerzos externos y colaboradores especializados.

Si bien ganar tamaño puede ser necesario para acometer algunas estrategias, como por ejemplo la internacionalización de la empresa o determinados proyectos de I+D+i; hoy en día, podemos ser grandes con estructuras pequeñas, gracias a las alianzas y colaboraciones con otras empresas y profesionales.

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